Mi nombre es Elías Berntsson

Mi nombre es Elías Berntsson y tuve una buena infancia hasta mi adolescencia, cuando comencé el instituto. Ahí empecé a experimentar el desprecio y abuso de mis compañeros de clase y gamberros del centro. Yo no entendía el por qué, no entendía por que tenían que rebajar a los demás, reírse de ellos o insultarles sin motivo aparente.

A mi me pusieron varios motes, los cuales odiaba. Además, y por si fuera poco, empezó a salirme acné en la cara, un acné severo, y por lo cual era el blanco de las burlas ajenas. Todo lo que viví durante esta etapa afecto a muchas áreas de mi vida hasta el grado de creerme yo mismo muchas palabras y frases hirientes que me decían.

Al terminar el instituto, y aunque ya nadie decía nada en contra de mi,  yo seguía repitiéndome frases y palabras autodestructivas. Tales como:

    "Soy feo"
    "No sirvo"
    "Ojala fuera como -el-, entonces sería feliz"
    "No valgo la pena"

Empecé a tener una autoestima muy baja, a hablar poco, a odiar mi imagen reflejada, a no defender mi opinión por miedo a las palabras que me dijeran o miradas de desprecio, y a considerarme inferior a los demás.

Por varios años continué así hasta el punto de no querer salir de casa y ser antisociable. Me sentía deprimido y sin ganas de vivir, se me cruzó en varias ocasiones la idea de no vivir más para ponerle fin al sufrimiento, era lo que de verdad deseaba, y ese pensamiento me aliviaba.

HASTA QUE UN DÍA por la mañana, me desperté como de costumbre sin ganas de levantarme, cuando leí algo que estaba sobre mi mesilla, hasta entonces no preste atención a esas palabras que decían: "ERES UNICO Y PERFECTO COMO ERES"

En ese momento, y tras unos instantes con esas palabras repitiéndose sin parar en mi cabeza, me propuse costara lo que costara ponerle fin a mi angustia, esas palabras tenían que ser ciertas, sabía que eran ciertas. Estaba cansado de sentirme un desperdicio cada día, estaba DECIDIDO a superarlo. Ya estaba harto, hasta aquí había llegado. Era superarlo, o dejar de existir...

Empecé a hablar con mi familia sobre ello, a sacar todo lo que llevaba dentro acumulado, a expresar mis emociones, esto me libero bastante.

Empecé también a escuchar psicología, a leer libros, y poco a poco aprendí a valorarme como soy, a respetarme, y a ser amigo de mi mismo.

Aprendí la lección más importante de mi vida y que nunca olvidaré:

"Nadie puede saber cuánto valor tienes, solo tú mismo".

Comencé a decirme cosas agradables, a ser amable conmigo y a aceptarme como era. Y de repente descubrí que tenía todo un mundo por delante que explorar.

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