Cómo Lograr El Éxito

Lograr El Éxito es algo que todas las personas deberíamos tener como objetivo principal de vida.

Se trata de la autorrealización de nuestros sueños y la conquista de todo aquello que deseamos. Cuando logramos el éxito, básicamente llevamos a a la realidad, algo que inicialmente se crea a manera de pensamiento.

En otras palabras, cuando queremos lograr el éxito, debemos tener claro en nuestra mente de manera muy concreta lo que deseamos.

A veces simplemente no basta con desear cuestiones generales, como Salud, Dinero y Amor. Es necesario ser específicos en todo lo que queremos, debido a que con esto alimentamos nuestra mente subconsciente con ideas y pensamientos acordes.

Justamente cuando queremos Lograr el Éxito, es cuando nos descuidamos de lo concreto que debe ser nuestro deseo y es esto lo que detiene a muchas personas.

Tu mente debe estar en armonía con tus sueños y efectivamente ayudarte en el camino. Es por esto que el primer paso para lograr el éxito es la Reprogramación Mental.

Por otra parte, debemos crear una inercia positiva una vez empezamos a movernos camino a nuestros objetivos. Para esto, es necesario transformarnos a nosotros mismos y transformar el entorno en el que nos encontramos.

Y finalmente, llevar a la práctica ideas y acciones que funcionan, considerando la premisa de eficiencia y eficacia.

Los pasos para conquistar el éxito son:

  1.     Reprogramar Nuestra Mente
  2.     Autotransformarnos Por Completo
  3.     Aplicar Ideas Poderosas y Eficaces

Cuando realizamos correctamente éstos tres pasos, podemos efectivamente superar casi cualquier obstáculo que se nos presente en el camino y contar con una posición de mayor autoridad ante los problemas o retos eventuales.

Y de la misma manera, cuando no tomamos en consideración éstos pasos anteriores, nuestra vida entra en un modo de Piloto Automático y el fracaso es literalmente inevitable.

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La arquitectura triangular de la mente (1 de 3)

Durante largos siglos, el pensamiento imperante en la sociedad ha sido que la mente (o el alma, desde una perspectiva religiosa/espiritual) es una entidad independiente, distinta del cuerpo en el que se halla, incluso llegando a verse como “prisionera” del mismo. Sin embargo, hoy sabemos que la mente es un producto derivado de la actividad del cerebro, que no podría existir sin él, y que conforma una unidad inextricable con el resto del cuerpo. A día de hoy, eso está prácticamente asumido por la mayoría de la sociedad, aunque no del todo.

Si preguntásemos por la calle, muchas personas nos seguirían diciendo que la mente es algo independiente del cuerpo. Es normal: han sido muchos siglos pensando así, y sigue siendo una idea reforzada por la cultura, los medios de comunicación…

Pensar así no es algo intrínsecamente malo, pero esa ficticia disociación entre el cuerpo y la mente ha traído una serie de efectos perversos que, en muchos casos, no han contribuido en nada a mejorar la salud mental de las personas, cuando no a perjudicarla seriamente. Minusvalorar o incluso despreciar las necesidades y cuidados adecuados del propio cuerpo incide directamente también en el estado de la mente.

Una vez te paras a pensarlo con detenimiento, es algo de puro sentido común ¿verdad? Y, sin embargo, todos seguimos cometiendo, en mayor o menor medida, atropellos contra nosotros mismos: malos hábitos de todo tipo (alimenticios, higiénicos, comportamentales, educativos…), falta de ejercicio físico, formas tóxicas de pensar, actitudes poco adaptativas… que hemos llegado incluso a justificar y considera, culturalmente como “normales”.

Por todo ello, nuestra mente ha pagado un precio del que ni siquiera ha sido consciente. A veces, la factura se manifiesta en forma de enfermedad y ésta, a su vez, en diversos tipos: ansiedad, depresión, psicosis…

Por fortuna, el estudiar científico de la mente, del cuerpo, ha ido creando un conocimiento del que van germinando los remedios contra la enfermedad.

Observa en el esquema, que podría considerarse como la arquitectura triangular de la mente, los tres pilares interconectados dinámicamente sobre los que nuestra mente se asienta y funciona:

-Ideas: todo aquello que pensamos racionalmente. Nuestra percepción y visión del mundo y la realidad que nos rodea.

-Emociones: lo que sentimos como consecuencia de nuestro entorno estimular (interno y externo): alegría, tristeza, pena, amor, odio, asco…

-Conductas: todo aquello que hacemos con nuestro cuerpo: posturas, movimientos… para adaptarnos a nuestro ambiente.

Estos tres vértices conforman lo que somos, y están interrelacionados de forma inextricable: lo que parte de uno afecta los otros dos. La actividad entre ellos se mueve en ambos sentidos, constantemente: es la dinámica mental. Veamos algunos ejemplos prácticos:

-“Empiezo a pensar que no valgo para nada, que todo me sale mal. Esto me hace sentir fatal, deprimido, hundido por completo. Así que reacciono y actúo yéndome a la cama para dormir toda la tarde.”

-“Hoy me siento alegre, pletórico, lleno de energía. Empiezo a pensar que el mundo es una maravilla y la vida un regalo que hay que aprovechar en cada segundo. Así que me preparo y me voy a llamar a mis amigos para pasar una tarde estupenda.”

-“He salido esta mañana a correr, a practicar algo de ejercicio. Me siento más animado, según voy haciendo kilómetros. Y pienso en mis problemas desde otra perspectiva: en el fondo, no son para tanto. Ni mucho menos tan graves como me parecían cuando estaba sentado en casa.”

¿Ves lo que quiero decir? ¿La relación entre los tres vértices? Pues, aunque expuesta así es evidente, te aseguro que hemos pasado montones de años de nuestra vida sin ser plenamente conscientes de esta relación. Y en este sustrato se fundamentan muchas de las técnicas que vamos a analizar.

Te invito a que pienses sobre ello, a que analices tu forma de pensar, sentir y actuar bajo esta nueva perspectiva, hasta que nos leamos en el próximo artículo donde voy a proponerte un ejercicio donde podrás comenzar a mejorar tu forma de pensar y poder llegar a tu meta, superar la depresión.

¡Hasta pronto!

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Mi nombre es Elías Berntsson

Mi nombre es Elías Berntsson y tuve una buena infancia hasta mi adolescencia, cuando comencé el instituto. Ahí empecé a experimentar el desprecio y abuso de mis compañeros de clase y gamberros del centro. Yo no entendía el por qué, no entendía por que tenían que rebajar a los demás, reírse de ellos o insultarles sin motivo aparente.

A mi me pusieron varios motes, los cuales odiaba. Además, y por si fuera poco, empezó a salirme acné en la cara, un acné severo, y por lo cual era el blanco de las burlas ajenas. Todo lo que viví durante esta etapa afecto a muchas áreas de mi vida hasta el grado de creerme yo mismo muchas palabras y frases hirientes que me decían.

Al terminar el instituto, y aunque ya nadie decía nada en contra de mi,  yo seguía repitiéndome frases y palabras autodestructivas. Tales como:

    "Soy feo"
    "No sirvo"
    "Ojala fuera como -el-, entonces sería feliz"
    "No valgo la pena"

Empecé a tener una autoestima muy baja, a hablar poco, a odiar mi imagen reflejada, a no defender mi opinión por miedo a las palabras que me dijeran o miradas de desprecio, y a considerarme inferior a los demás.

Por varios años continué así hasta el punto de no querer salir de casa y ser antisociable. Me sentía deprimido y sin ganas de vivir, se me cruzó en varias ocasiones la idea de no vivir más para ponerle fin al sufrimiento, era lo que de verdad deseaba, y ese pensamiento me aliviaba.

HASTA QUE UN DÍA por la mañana, me desperté como de costumbre sin ganas de levantarme, cuando leí algo que estaba sobre mi mesilla, hasta entonces no preste atención a esas palabras que decían: "ERES UNICO Y PERFECTO COMO ERES"

En ese momento, y tras unos instantes con esas palabras repitiéndose sin parar en mi cabeza, me propuse costara lo que costara ponerle fin a mi angustia, esas palabras tenían que ser ciertas, sabía que eran ciertas. Estaba cansado de sentirme un desperdicio cada día, estaba DECIDIDO a superarlo. Ya estaba harto, hasta aquí había llegado. Era superarlo, o dejar de existir...

Empecé a hablar con mi familia sobre ello, a sacar todo lo que llevaba dentro acumulado, a expresar mis emociones, esto me libero bastante.

Empecé también a escuchar psicología, a leer libros, y poco a poco aprendí a valorarme como soy, a respetarme, y a ser amigo de mi mismo.

Aprendí la lección más importante de mi vida y que nunca olvidaré:

"Nadie puede saber cuánto valor tienes, solo tú mismo".

Comencé a decirme cosas agradables, a ser amable conmigo y a aceptarme como era. Y de repente descubrí que tenía todo un mundo por delante que explorar.

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